Mantenimiento eléctrico: su impacto ambiental directo

Principales impactos ambientales del mantenimiento eléctrico

Aunque son muchas tareas distintas, podemos agrupar los impactos principales así:

Gestión de residuos: ¿qué hacemos con lo que sobra?

Aquí entra todo lo que se retira o descarta: equipos viejos (transformadores, cables…), aceites aislantes (¡ojo con los antiguos con PCBs, muy tóxicos!), y consumibles (trapos, envases…). La clave es una gestión responsable: separar, reciclar al máximo (metales como cobre, aluminio) y tratar los residuos peligrosos como exige la normativa. A mi parecer, una mala gestión aquí tiene consecuencias directas en suelo y agua.

Sustancias problemáticas: gases y químicos

Algunos químicos usados son delicados. Un ejemplo conocido es el gas SF6 (hexafluoruro de azufre), muy usado en equipos de alta tensión por ser un gran aislante. El problema es que si se escapa (en mantenimientos o al retirar equipos), es un gas de efecto invernadero potentísimo, miles de veces más que el CO₂. Por eso, controlar sus fugas y buscar alternativas es crucial. También hay que vigilar ciertos disolventes o pinturas usados en reparaciones.

Consumo de energía “invisible”: transporte y maquinaria

Realizar el mantenimiento consume energía: combustible para los vehículos (furgonetas, camiones) que desplazan técnicos y materiales, generando emisiones. También la energía para maquinaria pesada o herramientas, a veces alimentadas por generadores diésel si no hay red cerca. Optimizar rutas y usar vehículos/equipos más eficientes es fundamental.

Uso de recursos para reemplazar piezas

Cada pieza nueva que se instala (cables, interruptores…) ha requerido materias primas y energía para su fabricación. Por eso, alargar la vida útil de los equipos mediante un buen mantenimiento, reparar en vez de sustituir siempre que sea seguro, o usar piezas reacondicionadas, ayuda a reducir este impacto indirecto.

Hacia un mantenimiento más sostenible: cómo cuidar mejor del planeta

La buena noticia es que el sector avanza para reducir esta huella. Las claves son:

• Gestión de residuos inteligente: aplicar las 3R (Reducir, Reutilizar, Reciclar) y asegurar el tratamiento adecuado de residuos peligrosos con gestores autorizados.
• Alternativas más verdes: fomentar el uso de gases aislantes alternativos al SF6 (con menor impacto climático), aceites dieléctricos biodegradables (tipo éster) y materiales reciclados o de producción más eficiente.
• Eficiencia operativa: optimizar las rutas de los equipos técnicos, incorporar vehículos eléctricos o de bajas emisiones a las flotas y usar herramientas a batería. Mi consejo es: la eficiencia aquí reduce costes y emisiones.
• Mantenimiento predictivo: usar tecnología (sensores, termografía…) para anticipar fallos evita roturas graves (y sus residuos/vertidos asociados), permite planificar mejor las intervenciones y reduce las urgencias, que suelen ser menos eficientes.

¿Quién tiene la responsabilidad?

La mayor parte recae en las compañías eléctricas y empresas de mantenimiento, que deben invertir en tecnología, formación y procesos sostenibles, cumpliendo una normativa ambiental cada vez más exigente.

¿Y tú? Aunque no mantienes la red general, puedes ser un consumidor informado, preguntar por el compromiso ambiental de las empresas al contratar servicios y cuidar bien tu propia instalación para alargar su vida útil. Saber cómo contratar una empresa de mantenimiento con criterios de calidad también ayuda indirectamente.